
Estrellas

Versos
Vaya que el tiempo me ha transformado. Siembro sueños en cada quimera para después recoger sonrisas maduras en cada gota de rocío.
El tiempo, sí, ese artesano invisible, ha esculpido en mí la capacidad de encontrar belleza en lo efímero, de hallar poesía en cada estación.
En los días fríos, cuando la tierra duerme bajo un manto de hielo, soy el jardinero de las estrellas, cultivando sueños que florecerán con el primer rayo de sol.
Mis pies descalzos, que sienten el pulso de la tierra, transforman el hielo en esperanza, creando senderos de luz donde antes sólo había oscuridad.
En los días cálidos, bajo la sombra protectora de un olmo, contemplo las nubes como un pastor observa su rebaño. Cada nube es un suspiro, un pensamiento fugaz que se desvanece en el cielo, dejando tras de sí un rastro de nostalgia y serenidad.
Así, el verano se convierte en un lienzo donde los sueños se pintan con los colores del atardecer. Y en esa danza cósmica, los astros susurran secretos y los ruiseñores del aire entonan melodías para mi alma.
Algún planeta errante vocifera que mi carta astral está plagiada: hay miles de soles escondidos al acecho al filo del horizonte, mientras por el ascendente sube el humo de un tabaco que olvidé cuando era adolescente.
Soles y misterios, mapa de un viaje sin fin, una travesía donde el pasado y el presente se entrelazan en una sinfonía de recuerdos y promesas. Vaya enjambre de ruiseñores tiene la luna conmigo; hoy le dije que, en un descuido, sin pudor alguno le miré con descaro una teta.
Y ella, con su mirada cómplice, me dio su espalda menguante en la más profunda oscuridad, dejando ver su cráter mayor.
Así, la vida se revela como un perpetuo devenir, una constante metamorfosis donde cada estación trae consigo una nueva lección, una nueva oportunidad para redescubrir el mundo con ojos de asombro y corazón abierto.
Sueña!! Que siempre hay una chispa de luz esperando ser descubierta.
Las flores de una amiga, con el pasar del tiempo, se han vuelto como ella y hasta han recogido su magia.
Un duende gruñón me supo contar que se llama Florcita, como las flores que rodean el camino, el mismo que bordea la vía por donde pasa el tren de la vida, cargado de vagones de sueños y empujado por una locomotora de tristezas y lágrimas de sal.
En cada pétalo, un suspiro de esperanza; en cada hoja, el eco de una risa. Florcita, con su fragancia única, transforma el paisaje, pintando de colores vivos los grises días. Ella es la esencia misma de la vida, floreciendo en medio de las adversidades, mostrando que, aunque el tren avance inexorablemente, siempre hay belleza en el trayecto.
Las flores de Florcita no son meros adornos, son testigos silenciosos de las alegrías y penas que marcan el paso del tiempo. Ellas absorben sus susurros y suspiros y al hacerlo, se convierten en espejos de su alma. Así, cada flor que brota a su alrededor lleva consigo un fragmento de su espíritu, una chispa de su luz.
El tren de la vida sigue su marcha, arrastrando consigo los vagones llenos de sueños. Pero incluso cuando la locomotora deja escapar vapor de tristeza y las lágrimas de sal intentan empañar el viaje, las flores de Florcita permanecen firmes, recordándonos que siempre hay un rayo de sol que las hace brillar.
En este sendero bordeado de flores, encontramos la verdadera magia: la capacidad de transformar el dolor en belleza, de convertir las lágrimas en rocío que alimenta nuevas esperanzas. Florcita, con su alma florecida, nos enseña que, sin importar cuán pesado sea el tren de la vida, siempre podemos encontrar consuelo y fortaleza en la naturaleza, en las pequeñas maravillas que nos rodean.
Y así, mientras el tren sigue su curso, las flores de Florcita continúan creciendo, llenando el aire con su aroma y el corazón con su magia. Son un recordatorio constante de que, aunque el viaje sea arduo, siempre hay belleza en el camino, siempre hay una razón para seguir adelante, floreciendo con cada nuevo día.
Algunas personas son como el sol: aunque están a miles de kilómetros, siempre sentimos su luz y su calor; nos iluminan con su calidez humana. Entre amigos que somos, confesando sueños y desilusiones. Debo decir que, en tantos años ya vividos, fueron muchas las cosas que no sucedieron ni siquiera cerca de como esperaba. Terminé haciendo algunas que jamás hubiese imaginado y que mil veces negué en voz alta y en silencio que haría.
Dejé en el camino lo que alguna vez imaginé como eterno. Terminé riendo y abrazado a otras cosas y personas que ni en el rincón más remoto de mi mente hubiese creído posible. Lloré en silencio y a los gritos, con lágrimas secas y lágrimas de sal que parecieron ríos. Quizás lo más triste fue invertir horas de amor y ternura en seres que nunca supieron valorarlo. Por eso el alma grita y reclama su vacío.
Tiempos perdidos, persiguiendo utopías. Y, sin embargo, muchas veces me encontré con tesoros, cosas y personas maravillosas que jamás hubiese imaginado siquiera que existían. Cada noche me acuesto abrazado a mis sueños. Diciendo con fuerza que al despertar me saciaré, zafando del recuerdo triste y envuelto en nuevas odas de alegría, risas e ilusión.
La vida es un tapiz de contrastes, donde las sombras resaltan la luz y las lágrimas preparan el terreno para las sonrisas. En el laberinto de nuestros días, descubrimos que las vueltas inesperadas nos llevan a lugares inimaginables. Así, cada experiencia, cada encuentro, se convierte en un verso más en el poema infinito de nuestra existencia.
Por si acaso: se llama vida y aunque difícil, es increíble y bella. En el espejo del tiempo, vemos reflejados los rostros de quienes amamos. Los momentos de risa y las cicatrices que narran nuestras historias. El sol, aunque distante, siempre está presente, recordándonos que la luz y el calor no conocen fronteras. Así también, las personas que tocan nuestra alma nos acompañan siempre, iluminando nuestro camino con su esencia.
En este viaje, cada amanecer es una nueva oportunidad de reescribir nuestro destino. De transformar lágrimas en perlas de sabiduría y desilusiones en nuevas esperanzas. Y mientras abrazamos nuestros sueños, permitamos que la vida nos sorprenda con su belleza oculta, con sus giros inesperados y sus milagros cotidianos. Porque al final, lo que realmente importa es vivir con el corazón abierto, dispuesto a recibir y a dar amor en todas sus formas.
Así, en la sinfonía de la existencia, danzamos al compás de nuestros latidos, celebrando la magia de ser humanos, de ser capaces de sentir profundamente, de amar y ser amados. En cada risa, en cada abrazo, encontramos la razón para seguir adelante. Creer que, a pesar de todo, la vida es un regalo precioso, lleno de posibilidades y de maravillas por descubrir.
Dice el sabio que aconseja al corazón en silencio y su nombre secreto es sabiduría: Cuando una persona realmente te interesa y deseas de corazón lo mejor, lo único que cuenta es estar cerca y caminar a su lado, como quien le ofrece las cartas con los números hacia adelante, para que pueda ver y romper el engaño de elegir.
Amistad; amistad especial; amistad con convivencia y sin intimidad; pareja con convivencia y sin intimidad; amistad con intimidad y sin convivencia; pareja sin convivencia y con intimidad; pareja convencional con convivencia e intimidad...
y cuantas etiquetas más, tu mente o la de los hombres quieran crear y así llamarle.
Porque para el sabio, el nombre de la relación es solamente un rótulo, una etiqueta que muchos importan más que lo que sienten. Pero el sabio sabe que el verdadero valor está en el sentimiento, en la esencia que trasciende las palabras y las definiciones.
Estar cerca y caminar a su lado, esa es la verdadera magia, la alquimia del amor y la amistad que el sabio comprende. El corazón no necesita nombres, sólo necesita sentir, y en ese sentir, encuentra la verdadera plenitud y la paz.
Es el silencio del sabio el que habla, el que guía, mostrando que el amor es un jardín sin muros, donde las etiquetas se desvanecen y sólo quedan los sentimientos puros. Caminar juntos, compartir el camino, esa es la verdadera sabiduría.
Así, cuando una persona realmente te importa, el sabio en tu interior te susurra, que más allá de las palabras y los nombres, lo único que cuenta es el amor, la presencia, la compañía, en la danza eterna de dos almas que se encuentran.
La maleta lista, como si supiera a dónde debo ir, adentro un puñado de ilusiones, sueños mal guardados, tristezas amontonadas sin ordenar, quizás hacia ese lejano lugar llamado tu lado.
Un relámpago virtual, reyes sin corona, encendiendo los luceros en la casa del amanecer. Besando el cristal de la ventanilla, que empaña la luz de tu corazón.
Es el poder del deseo, dicen, quien enciende el corazón. Acaso recuerdas la danza de tu respiración al compás de la mía, yo nunca la pude olvidar, una sinfonía silenciosa, un eco eterno en mi pecho.
Las ilusiones, como mariposas atrapadas, revolotean dentro de esta maleta, esperando el momento de ser liberadas en el jardín de nuestros sueños compartidos.
Tristezas, como hojas secas, se amontonan, esperando ser barridas por los vientos del olvido, y en su lugar, que florezcan los recuerdos de tus ojos, brillando como estrellas en mi noche más oscura.
A ese lejano lugar, llamado tu lado, viajan mis pensamientos, mis anhelos, un faro en la tormenta, guiándome hacia ti, el único puerto donde mi alma encuentra paz.
Recuerdo tu respiración, la danza perfecta, al compás de mi corazón, una melodía que aún resuena, como un susurro del viento en las noches solitarias, recordándome que el amor, aunque distante, nunca muere.
Así, con la maleta lista y el corazón encendido, emprendo este viaje sin fin, hacia el lugar donde nuestros sueños se encuentran, donde el amanecer siempre lleva tu nombre, y el deseo nos convierte en eternos amantes.
Todos venimos al mundo con una llave que puede abrir ciertos corazones, pero puede trabar otros al intentarlo. Es el juego del cerrajero llamado amor y sus manos salen del alma. Rarezas del corazón y secretos de los silencios. Un torbellino donde nada importa cuando el cerrajero se encapricha con un corazón con candado. Sufre, llora y nada sirve. Entonces, el amor se echa a perder y violamos nuestros principios y todo lo que amamos por pura porfía.
Esto se llama ego y es el enemigo de la razón y mal consejero del corazón. En nuestra ceguera, confundimos el egoísmo con la fuerza del amor y terminamos dañando lo que más apreciamos. Es un ciclo doloroso, donde el orgullo nos lleva a perder lo más valioso. Sin embargo, el mismo ciclo nos enseña y nos transforma.
Así, olvidamos y volvemos a amar. Es el gran ciclo de la vida de los seres que nos llamamos humanos. En cada vuelta, aprendemos un poco más sobre la humildad, la entrega y la verdadera esencia del amor. Nos damos cuenta de que el verdadero cerrajero del corazón no es el ego, sino la empatía y la comprensión.
Es un viaje continuo, donde cada que usamos la llave, cada corazón que intentamos abrir, nos revela más sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza del amor. Y en ese viaje, aprendemos a diferenciar entre el amor verdadero y las ilusiones del ego. Encontrando finalmente la paz y la satisfacción en las conexiones genuinas que logramos forjar.
Lo triste de esta historia es que muy pocos aprenden lo que es el amor y a saber amar y muchos son los que olvidan de qué se trata el amor en realidad. Algunos llegan a olvidarse de amar por completo y cierran su corazón.
El amor, en su forma más pura, es una fuerza que nos eleva, que nos conecta con los demás y nos recuerda nuestra humanidad compartida. Es paciencia, comprensión, entrega y empatía. Pero cuando el corazón se cierra, esas cualidades se vuelven inalcanzables y el amor se convierte en un recuerdo distante, una melodía olvidada.
Aún así, en medio de la tristeza, siempre hay una chispa de esperanza. Incluso los corazones más cerrados pueden volver a abrirse. A veces, todo lo que se necesita es un gesto de bondad, una muestra de cariño, para despertar el amor adormecido. Recordar cómo se siente amar y ser amado puede romper las barreras más firmes y encontrar ese corazón especial donde la llave que trajimos, puede funcionar. Sólo esa.
Redescubrimiento y esperanza, el corazón siempre puede volver a abrirse y el amor, aunque a veces parece perdido, siempre está esperando por la llave que tiene nuestra alma o la llave que lo puede abrir.