Amor no es lo que anhelo de tus manos,
es lo que nace en mí y hacia ti vuela,
es la flor que comparto en cada gesto,
aunque el viento me tumbe o la tormenta.
Hay cosas que sólo se aprenden,
al chocar contra la vida,
como un ave herida,
sin más consejo que el dolor inmenso
de la experiencia escrita en cicatrices.
¿Será mucho pedir que tus ojos
se fundan con los míos en un vuelo?
Mis alas, mojadas de tantas lágrimas,
ya no se alzan solas hacia el cielo.
Mirarte en silencio, donde la risa
es el idioma de dos corazones,
sin palabras que nublen lo profundo,
sin más que amor en nuestras emociones.
Al final, el misterio que nos une,
no es azar, sino el destino oculto,
dos almas que se encuentran en un mundo
donde ya se esperaban de por vida.
Lo ordinario se vuelve extraordinario,
cuando en tus manos guardas la varita,
y con un toque, creas universos,
sueños que se hacen luz bajo tu risa.
