Canto de Sirena

Un silfo dijo ver una sirena, pero era una simple mujer
con sus contornos definidos y su cabello entre el agua y el viento.
Mira sonriente y segura,
se sabe mujer, con sus formas y particularidades,
brilla con luz propia y sabe de su capacidad para iluminar.

Una alegría etérea se eleva por su espalda,
reflejando sueños y anhelos todavía soñados.
Cabello largo que besa el agua en eterna cascada de seda mojada,
manos suaves y ardientes que al agua acarician con sosiego.

La dualidad eterna, compleja y contradictoria;
tierna y feroz, dulce y salvaje, frágil y resiliente.
Ojos mansos de calma, remanso de paz en el alma,
una melodía que todo lo envuelve,
construyendo sin saberlo a cada paso, cada instante, un mundo mejor.

No era sirena, sino mujer, vestida de poesía y misterio,
susurrando canciones al viento con cada mirada.
La luz de su ser, un faro en la noche,
guiando a los perdidos con su resplandor interior.

En su risa, se esconde el eco del mar,
y en su andar, la fuerza de las olas.
Un ser de agua y tierra, de sueños y realidad,
tejiendo mundos invisibles con sus pasos ligeros.

Cada gesto, un verso, cada suspiro, una estrofa
de una canción que no necesita palabras.
En ella, la esencia de lo eterno,
un alma luminosa que sabe de su poder
para transformar lo ordinario en extraordinario.

Así es la sirena, la mujer, la luz,
un ser de dualidades perfectas,
caminando entre lo divino y lo humano,
creando con cada día, cada instante,
un mundo lleno de maravillas y esperanza.

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