Como el sol

Algunas personas son como el sol: aunque están a miles de kilómetros, siempre sentimos su luz y su calor; nos iluminan con su calidez humana. Entre amigos que somos, confesando sueños y desilusiones. Debo decir que, en tantos años ya vividos, fueron muchas las cosas que no sucedieron ni siquiera cerca de como esperaba. Terminé haciendo algunas que jamás hubiese imaginado y que mil veces negué en voz alta y en silencio que haría.

Dejé en el camino lo que alguna vez imaginé como eterno. Terminé riendo y abrazado a otras cosas y personas que ni en el rincón más remoto de mi mente hubiese creído posible. Lloré en silencio y a los gritos, con lágrimas secas y lágrimas de sal que parecieron ríos. Quizás lo más triste fue invertir horas de amor y ternura en seres que nunca supieron valorarlo. Por eso el alma grita y reclama su vacío.

Tiempos perdidos, persiguiendo utopías. Y, sin embargo, muchas veces me encontré con tesoros, cosas y personas maravillosas que jamás hubiese imaginado siquiera que existían. Cada noche me acuesto abrazado a mis sueños. Diciendo con fuerza que al despertar me saciaré, zafando del recuerdo triste y envuelto en nuevas odas de alegría, risas e ilusión.

La vida es un tapiz de contrastes, donde las sombras resaltan la luz y las lágrimas preparan el terreno para las sonrisas. En el laberinto de nuestros días, descubrimos que las vueltas inesperadas nos llevan a lugares inimaginables. Así, cada experiencia, cada encuentro, se convierte en un verso más en el poema infinito de nuestra existencia.

Por si acaso: se llama vida y aunque difícil, es increíble y bella. En el espejo del tiempo, vemos reflejados los rostros de quienes amamos. Los momentos de risa y las cicatrices que narran nuestras historias. El sol, aunque distante, siempre está presente, recordándonos que la luz y el calor no conocen fronteras. Así también, las personas que tocan nuestra alma nos acompañan siempre, iluminando nuestro camino con su esencia.

En este viaje, cada amanecer es una nueva oportunidad de reescribir nuestro destino. De transformar lágrimas en perlas de sabiduría y desilusiones en nuevas esperanzas. Y mientras abrazamos nuestros sueños, permitamos que la vida nos sorprenda con su belleza oculta, con sus giros inesperados y sus milagros cotidianos. Porque al final, lo que realmente importa es vivir con el corazón abierto, dispuesto a recibir y a dar amor en todas sus formas.

Así, en la sinfonía de la existencia, danzamos al compás de nuestros latidos, celebrando la magia de ser humanos, de ser capaces de sentir profundamente, de amar y ser amados. En cada risa, en cada abrazo, encontramos la razón para seguir adelante. Creer que, a pesar de todo, la vida es un regalo precioso, lleno de posibilidades y de maravillas por descubrir.

 

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