Cuando el alma está lista,
el universo deja de susurrar
y comienza a hablar claro,
con señales
que solo el corazón entiende.
Alguna vez busqué fórmulas,
creí en quimeras
disfrazadas de amor eterno,
pero el universo,
en su sabiduría,
me susurró nombres distintos:
almas maestras,
amigas,
socias del camino,
casuales,
oscuras,
interesadas…
y también las gemelas.
Entonces cesó la búsqueda.
Cerré los ojos.
Abrí los brazos.
Y dejé que la magia hiciera su trabajo.
Porque si la paz interior te llama,
si el gozo espiritual enciende tu pecho
aunque sea por un instante,
todo lo que te rodea escucha,
todo el cielo se moviliza.
No necesitas más que pedir,
no con la voz,
sino con el alma inflamándose
en cada respiración profunda.
Y aunque te parezca extraño,
los hilos invisibles del universo
ya están trabajando por ti.