Cuando un hombre llora

Cuando un hombre llora,
los cristales no solo se rompen…
suspiran en azul opaco,
se empañan de mundos
que nadie se atrevió a mirar.

La noche, entonces,
cambia de piel.
Se vuelve otro animal,
más callado,
más real.

El alma duele,
no como carne,
sino como viento que no encuentra su forma.
Todo parece un teatro de sombras,
materia avergonzada
de sentir tanto y tan hondo.

El cuarto se vuelve ojos.
Ojos vestidos de negro,
miradas que no preguntan,
que solo tiemblan.
La ventana,
pálida de ser,
no sabe si abrirse
o llorar también su luz.

Y el hombre,
ese hombre,
quiere correr sin pies,
romper la vida en pedazos,
suicidar la amargura
antes de que le consuma la cordura.

Pero cuando un hombre llora por amor…
no hay rincón en la Tierra
que no respire.

Todo está vivo.
Los árboles lo sienten.
Los perros lo entienden.
Hasta el silencio se acomoda
para no interrumpir la verdad
de ese llanto
que no pide permiso,
que no se esconde.

Porque un hombre llorando por amor
no es debilidad…
es universo en desborde.

hombre llora

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