La Dama del Sombrero y la Sonrisa de Luna

Camina con su sombrero alado y su sonrisa de luna pero antes, mucho antes…

En los albores de un tiempo olvidado, cuando las fronteras del mundo eran tan imprecisas como las líneas del horizonte… La sangre de dos mundos se unificó en un crisol ardiente. Lo mexicano y lo español danzaron como el fuego y el agua, creando un linaje digno de leyenda. En aquellas tierras, se murmuraba de una ciudad dorada, un tesoro tan antiguo como el susurro del viento entre las montañas. Pocos sabían que el verdadero tesoro se encontraba en el corazón de una niña.

La llamaron Karla, aunque también la conocían como la Dama del Sombrero y la Sonrisa de Luna.
Su nacimiento fue un prodigio. Aquella noche, el sol y la luna se abrazaron en un eclipse total y de esa perfecta alineación nació una luz deslumbrante que cubrió la tierra con un resplandor celestial. En medio de esa luminosidad, emergió una pequeña cuya piel reflejaba la suavidad de la luna y cuyo cabello atrapaba los rayos del sol. Desde entonces, la dualidad habitó su ser. La fuerza y el calor del astro rey se entretejieron con la intuición y la magia de la dama nocturna.

Karla creció como una hija de la luna, hermosa y misteriosa. Dicen que su rostro emanaba una claridad que inundaba su hogar con una luz tan suave que incluso las noches más oscuras parecían amaneceres velados. La llamaron «Sonrisa de Luna» porque su sola presencia iluminaba corazones y despertaba esperanzas dormidas.

Cada mañana, bajo el manto de un cielo dorado, se la veía con su sombrero alado, recorriendo los caminos como si guiara las mismas brisas. Pero cuando el sol caía y la tarde vestía al mundo con sus colores de fuego. Karla guardaba su sombrero con un beso, transformándose en madre y señora. Su sonrisa, bajo el sol radiante, era un faro; y bajo la luna plateada, su corazón se alzaba como un ave, volando sobre los corazones de quienes anhelaban versos y poesía.

Las leyendas cuentan que su corazón ilumina los bosques y los mares. Como si llevara dentro un pedazo de sol eterno. Y cuando la noche se extiende, dicen que Karla regresa a su hogar antiguo. Ese lugar donde las estrellas susurran secretos olvidados. Desde allí, vela por el mundo, asegurándose de que todo siga su curso.

En su viaje nocturno, su sombrero se convierte en un compañero de vuelo, recorriendo los cielos junto a ella. Entre las estrellas, su sonrisa brilla más que cualquier joya celestial. Su presencia inspira a poetas y cantores, quienes encuentran en ella la semilla de los versos más sublimes.

Así, Karla, la Dama del Sombrero y la Sonrisa de Luna, es más que una mujer. Es un puente entre mundos, un faro de esperanza. Un recordatorio de que en el corazón humano vive una chispa de lo divino.

En cada amanecer y en cada anochecer, su esencia persiste, tejiendo historias y dejando un rastro de magia que nunca desaparecerá.

sombrero

4 respuestas a «La Dama del Sombrero y la Sonrisa de Luna»

  1. Esta bien si es poesía pero no entiendo de que la va el sombrero 🤔
    Porque si es leyenda de nuestra América medio que molesta algo europeo y si vuela o es bruja o alfombra y sería árabe 🤔 y tampoco por que dice se lo quita al sombrero y es madre y mujer 🤔
    Es una leyenda que no sería leyenda porque sería poesía y de origen americano pero tampoco 🤔
    O sea nada claro
    Besitos💋💋

    1. A aquel que no la sienta, no le expliques la poesía.
      Que las razones se expliquen, que los derechos se defiendan, que la historia se estudie, pero al amor y al poema no los desates con palabras: son cauces secretos donde el corazón inscribe sus lágrimas y sus latidos, una ley dictada por la sinrazón, origen y destino de quienes saben mirarse en lo invisible.

      La poesía no es doctrina ni argumento; es un credo mudo que se vive en el pulso, un signo que arde en el nombre de los que escriben, aunque nunca sean leídos ni aclamados. Ellos, mártires del verbo, no necesitan más altar que el papel que los absuelve.

      A aquel que no la sienta, déjale en su exilio de certezas, porque explicar la poesía es como intentar soplarle fuego al viento: no vale la pena.

      Los que nunca se atrevieron a esculpir palabras, los que reniegan del tribunal eterno de la memoria, ésos que huyen de la confesión del alma, serán siempre los primeros en negar lo que no entienden, justamente por no haberlo sentido.
      🤠😉🤷

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