La maleta lista, como si supiera a dónde debo ir,
adentro un puñado de ilusiones, sueños mal guardados,
tristezas amontonadas sin ordenar,
quizás hacia ese lejano lugar llamado tu lado.
Un relámpago virtual, reyes sin corona,
encendiendo los luceros en la casa del amanecer.
Besando el cristal de la ventanilla,
que empaña la luz de tu corazón.
Es el poder del deseo, dicen, quien enciende el corazón.
Acaso recuerdas la danza de tu respiración al compás de la mía,
yo nunca la pude olvidar,
una sinfonía silenciosa, un eco eterno en mi pecho.
Las ilusiones, como mariposas atrapadas,
revolotean dentro de esta maleta,
esperando el momento de ser liberadas
en el jardín de nuestros sueños compartidos.
Tristezas, como hojas secas, se amontonan,
esperando ser barridas por los vientos del olvido,
y en su lugar, que florezcan los recuerdos de tus ojos,
brillando como estrellas en mi noche más oscura.
A ese lejano lugar, llamado tu lado,
viajan mis pensamientos, mis anhelos,
un faro en la tormenta, guiándome hacia ti,
el único puerto donde mi alma encuentra paz.
Recuerdo tu respiración, la danza perfecta,
al compás de mi corazón, una melodía que aún resuena,
como un susurro del viento en las noches solitarias,
recordándome que el amor, aunque distante, nunca muere.
Así, con la maleta lista y el corazón encendido,
emprendo este viaje sin fin,
hacia el lugar donde nuestros sueños se encuentran,
donde el amanecer siempre lleva tu nombre,
y el deseo nos convierte en eternos amantes.