Hay mujeres que valen oro,
como el sol que nunca se apaga,
madres tiernas, manos fuertes,
esencias que nunca se embargan.
Pero existen las de oro puro,
raras, como estrellas fugaces,
con almas limpias y corazones,
que sanan aunque lleven mil disfraces.
Son de esas que sufren en silencio,
con ojitos tristes, escondidos,
detrás de sonrisas luminosas,
que esconden mil caminos vividos.
Tienen el don de tocar la vida,
de convertir el dolor en melodía,
y aunque el mundo no las entienda,
en ellas brilla la verdadera poesía.
Cuando las encuentres, cuídalas,
porque el alma reconoce el destino.
Abraza su luz, escucha tu interior,
que nunca se equivoca en el camino.
Bello 🙂
Cris, cuando las palabras se vuelven ecos del alma y logran tocar corazones sentimos su belleza; simplemente porque la belleza vive ya en nuestro corazón
¡Gracias por compartirlo!