Cual bandido.
Quise robar la luz de las estrellas
y tomé prestado el tálamo de tus sueños.
Me atreví a sufrir y me vestí de noche
para admirar tu luna.
Me rendí a tu mar
para saciar tus olas,
el rápido latir
debajo de la planicie de tu pecho.
Mis palabras mudas, gritos de silencio,
las palabras detenidas,
colgadas en el aire, en el tiempo,
decrépitar del fuego de frente,
tanto calor que da la llama,
y ese frío del ambiente
que hela la espalda hasta los huesos.
Muchas veces te pienso,
justo cuando me despierto
y descubro que el día ya comienza.
En esos momentos de claridad y sombras,
tu recuerdo me envuelve,
como la brisa que acaricia
y el sol que lentamente asoma.
Se pierden tus pasos del sueño,
en la claridad de la mañana.
Un nuevo día ha comenzado,
y ya deambula en silencio
mi corazón huérfano de cariño.
El sol asciende, trazando su camino,
pero en mi pecho queda el eco
de tus huellas, marcadas en el alma,
como sombras que se desvanecen en el tiempo.
El aire fresco trae susurros del amanecer,
mientras mis pensamientos vagan,
buscando tu presencia en cada rayo de luz,
en cada suspiro de la noche y aquel sueño.
Sin ti, cada momento es un vacío,
un latido que resuena en el silencio,
un anhelo perpetuo de tu calor,
de tus caricias que ahora son solo recuerdos.
Se pierden tus pasos en la claridad de la mañana,
y en la soledad de este nuevo día,
mi corazón, huérfano de cariño,
espera el milagro de volver a soñarte.