Sus caminos… hace muchos años ya que la vida los cruzó
y las letras fueron la alfombra roja que cubrió el puente
por donde la amistad iba y volvía.
Cada mensaje, cada palabra,
construía un lazo que parecía eterno,
un refugio de comprensión y complicidad.
Había un solo acuerdo y una sola aceptación:
nunca te enamores, pues un corazón roto
no tiene cómo guardar amor sin lastimar.
Sin embargo, una sola flecha de diabólico cupido
rompió el encanto y con él la magia y el acuerdo.
Lo que había sido un pacto sagrado
se desvaneció en un suspiro, dejando tras de sí
un rastro de emociones incontrolables.
La amistad, antes sólida, se quebró bajo el peso
del amor no confesado.
Una tormenta de silencio se posó sobre sus vidas
y todo lo que era dejó de serlo.
No hubo discusiones ni malentendidos,
sólo un silencio sepulcral que suspendió el tiempo.
Las cartas y los mensajes, que solían ser su puente,
se convirtieron en un abismo.
Ella nunca volvió a escribirle
y él tampoco lo hizo.
Ambos siguieron sus caminos,
cada uno llevando consigo un pedazo del otro,
pero sin volverse a encontrar.
La ausencia de palabras llenó sus días
y el eco de lo no dicho resonó en sus corazones.
Cuando el silencio se vuelve vacío,
es porque el camino tampoco es para ambos el mismo.
La vida, en su sabia crueldad,
les mostró que algunas conexiones,
aunque profundas, están destinadas a ser efímeras.
Moraleja: A veces,
los acuerdos que hacemos para protegernos
pueden convertirse en nuestras cadenas.
El amor y la amistad son frágiles y complejos
y cuando uno de ellos rompe el equilibrio,
puede dejar un vacío irrecuperable.
Aprender a enfrentar y aceptar los sentimientos,
en lugar de silenciarlos, es esencial para mantener
las conexiones verdaderas.
No permitas que el miedo al dolor
impida que vivas plenamente.
