Cenizas de estrellas

Somos cenizas de estrellas,
jugando a ser dioses,
caminando entre heridas
que el viento oculta,
como si el tiempo
no pudiese tocarnos,
si fuésemos eternos,
inmortales.

Vivimos dolidos,
con el alma cubierta
de cicatrices invisibles,
proyectando en otros
lo que en nosotros
aún no ha florecido en paz.

Odiar es entregar tus horas
a quien no habita tu corazón.
Es regalar el latido más puro
a la sombra
de lo que no quieres ser,
de quien ni siquiera quieres.

Perdona y en ese acto
libérate del peso
de las noches amargas.
Vivir es simple,
como el murmullo
del agua que corre,
como el brillo del sol
en un día sin promesas.

Vivir es simple,
nosotros somos complicados.

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Cenizas

Renacer de las cenizas
Tras el fuego, la vida sigue su paso,
cenizas flotan como susurros de un adiós,
todo tiene su tiempo, como nosotros,
como cada hoja que el viento despidió.

El silencio es rey en este paraje gris,
sin plantas, sin aves y la tristeza cubre,
un manto oscuro donde antes cantaba el arroyo,
el viento silbaba entre susurros de vida.

Mas la semilla de los recuerdos persiste,
nunca se quema, nunca se olvida.
Es tiempo de sembrar en la tierra herida,
porque el fin es sólo un preludio a lo nuevo.

Y así, en los labios guardamos una verdad:
todo lo que termina es el inicio de un nuevo sueño,
otro horizonte brota en la mirada,
y una nueva vida florece en el silencio.

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