El amor … entre comillas,
es masoquista,
sádico,
es sumiso,
irracional,
exótico para muchos,
inaceptable para tantos.
Y sin embargo,
ahí está.
Imposible de definir,
tan nuestro como ajeno.
Los besos se tornan hiel
cuando los labios mienten.
Y hay almas, sí,
que nos enseñan con caricias,
con ternura,
con maravillas bordadas en lo cotidiano.
Pero existen otras…
las que enseñan el desamor,
con la precisión de un cirujano,
tan bien,
que acabas superando al maestro.
Un guion perfecto,
una historia ya escrita,
una voz por fin desahogada.
Y la vida,
con su libreta de lecciones,
entra,
corre el telón de personajes vencidos,
se sienta frente a ti y dice:
“No te quedes con quien te ha hecho daño.”
Porque el rencor,
ese huésped silente,
no se va.
Se esconde,
y cuando puede,
regresa a lamer las cicatrices.
Entonces pasas la página.
Tu historia ya es otra.
Tu alma también.
La fuerza del corazón
es más que la intimidad,
es universal,
y explica por qué aún herido,
sigue latiendo,
sigue amando.
La vida,
esa gran maestra,
te enseña a aprender.
A volver a sonreír.
Y a sonreír de nuevo,
como un mantra,
como un espiral sin fin
de eternos aprendizajes.