Se equivocó la vida, te lo aseguro, lo ha hecho.
Me vio un trébol, una pica y me gritó póker.
Te puso a ti en una punta del mundo, a mí en la otra,
barajó sus cartas con manos inquietas
y la mía apareció mucho antes que la tuya.
Cuestión de años, de destinos desencontrados.
Te enredó en amores pasajeros, a mí me hizo otro tanto,
tejió sus hilos con tramas de errores,
cortó y escondió los trozos de ese hilo rojo
que une las almas, como si el destino pudiera
desatar lo que está escrito en la eternidad.
Y sin embargo, en su juego torpe, olvidó una verdad:
lo redondo es finito y el que busca siempre encuentra.
Las almas, esas viejas amigas, llevan un secreto que viaja
con ellas, siglo tras siglo, saltando entre vidas y tiempos.
Póker de corazones, la reina es mía,
porque nada puede impedir que el amor exista,
ni siquiera la vida con sus trucos y trampas.
El destino puede ser un tahúr,
pero en este juego de almas,
el amor es la carta que siempre gana.