Soltar es abrazar; creer es soñar,
el bullicio de la vida en los sonidos del silencio.
La paz llega como brisa serena, cuando sueltas
lo que no puedes domar; porque atarse a los pies de otro ser
es olvidar que nacimos para volar.
Nada que escape a tu mano merece un rincón en tu mente;
la vida sigue su curso constante con tu mano o sin ella, siempre.
Mas hay un hechizo en compartir la vida, una chispa que enciende la noche estrellada; la magia se viste de luz infinita cuando crees en ti y en cada jornada.
El tiempo, maestro silencioso, teje hilos de horas y desvelos; nos vuelve selectivos, introspectivos y aprendemos que la soledad es un anhelo.
Estar solo es un lujo sagrado, aunque ojos ajenos lo llamen apatía;
pero pocos descubren que el amor, la amistad y la lealtad son vida.
Existen, palpitan, son reales, no son cuentos ni sueños alados;
lo que falta no son sentimientos, sino almas que sepan llevarlos de la mano.
Así, entre luces y sombras, seguimos creyendo, amando y sintiendo;
pues en la magia de soltar y creer, hallamos la esencia de un corazón latiendo.