Cuando

Cuando el agua clara, espejo del cielo,
era orilla estrecha, refugio de memorias,
y la ribera, un lienzo de suaves arenas,
donde florecían selvas de colores.
Allí vivía el silencio, mi soledad callada,
y un amor dormido entre la distancia y el olvido.

Quizás el cielo, cansado de siempre ser azul,
dibujaba rutas invisibles hacia tu vida,
un tránsito leve, de beso en beso,
donde los labios aprendían el idioma del adiós.
El amor, desgastado por su propio peso,
presagiaba el final que aún no queríamos decir.

Te dije adiós, aunque mi corazón dudaba,
pensando olvidarte, te alejé con un «hasta nunca».
Tal vez fuimos náufragos de ternura,
dos estrellas en caída que nunca supieron orbitar juntas.
Te fuiste de mi playa,
ante un sol que se hundía en su propio orgullo.

La distancia, convertida en juez silencioso,
discutía si nos quisimos poco o demasiado,
como aves cansadas de perseguir el horizonte,
tediosas de mirarse en el vacío.
¿Nos quisimos tanto que dolió?
¿O tan poco que nunca bastó?

Ahora, en la penumbra del tiempo,
veo tu sombra renegar de mi ribera,
el eco de tus labios, que un día fueron míos,
se reconstruye en mi memoria,
como un abrazo de viento que roza pero no queda.

El tiempo, ese reloj obstinado,
que no deja de caer gota a gota,
despluma la certeza de amarte así,
fuera de mí, en aguas que ya no son nuestras.
Y, sin embargo, al pensarte,
un remolino vuelve a abrir paraísos dormidos.

Hoy te digo adiós otra vez,
pero este adiós es un eco infinito,
porque aunque prometa olvidarte,
mi vida entera seguirá pensándote,
como quien guarda un sueño roto
que nunca quiso despertar.

cuando