El Eco del Dolor

El dolor es la pérdida, un trozo de alma que se quiebra,
una grieta profunda, una herida que nos desnuda,
nos deja solos, frente al espejo de la soledad,
donde reconstruirnos es la única opción.

En su sombra, se oculta el goce,
pues en cada lágrima que cae,
se asoma la posibilidad de vida,
de sentir, de abrirse al mundo una vez más.

Desde el primer suspiro, somos hijos del vacío,
el dolor nos acompaña, se inscribe en la piel,
cada herida es una cicatriz del existir,
un recordatorio de que perder es vivir.

Y aunque el dolor más agudo nos atraviesa,
es en ese instante que el alma más brilla,
pues en la fragilidad del ser,
nace la fuerza para seguir, para gozar.

El dolor es el aviso de la vida, un grito silencioso,
un golpe sutil que nos sacude el alma,
nos susurra basta, detente,
nos obliga a cambiar de rumbo, a mirar hacia dentro.

Es la señal que marca el límite,
nos hace retroceder, volver al inicio,
renacer desde el mismo vientre de la existencia,
donde la vida nos moldea, nos transforma.

En su dureza, el dolor nos guía,
nos muestra el camino
hacia una nueva versión de nosotros mismos,
nos enseña que cada caída es un renacer,
una oportunidad de ser más fuertes,
más sabios, más vivos.

dolor

 

 

El Eco de soñar

Todo depende de lo que nos permitamos soñar, del alcance
de nuestra visión, de la sensibilidad de nuestro corazón.
En cada risa compartida, en cada abrazo sincero,
dibujamos un fragmento de eternidad,
soñamos juntos mundos que quizás nunca habitemos,
pero que son tan reales en nuestras almas,
como el aire que respiramos.

Sin embargo, en lo más profundo, justo allí vive la duda,
no por elección, sino porque la vida
traza sus propios caminos,
implacables y misteriosos.
Para el alma soñadora, todos los días son perfectos,
ninguno se mide en tiempo, sino en gotas de intensidad y de fulgor.
Cada amanecer es una promesa,
cada atardecer, un susurro de esperanza.
En su corazón, los sueños florecen como jardines eternos,
llenos de colores y fragancias
que sólo la imaginación puede concebir.

Pero para la pobre alma que olvidó soñar,
sólo le queda el camino y el destierro de soñar sueños ajenos.
Su vida se convierte en un peregrinaje sin destino,
donde el horizonte nunca alcanza
y las estrellas se desvanecen en el olvido.
Sin el brillo de sus propios sueños, su corazón se torna un desierto,
árido y silencioso,
donde las sombras del pasado persiguen los anhelos
que nunca se atrevió a abrazar.

soñar