No soy poeta ni me llamo escritor,
tan solo soy un alma que abraza las letras
y deja que el corazón se derrame en cada palabra,
como el rocío en la flor de la madrugada.
Quizás naturópata, de raíz y nacimiento,
con los pies descalzos sobre la tierra viva,
con la mirada puesta en los astros,
y el oído atento al susurro del viento que sana.
Con sueños de poeta y amor de poesía.
Amo la psicología de los suspiros,
la filosofía de un gesto,
los caminos invisibles del alma,
aquellos que se caminan en silencio
y se entienden sin palabras.
Soy, al final, solo una persona común,
de esas que ríen, tropiezan, dudan,
pero que lleva en el pecho lo extraordinario:
ser sensible en un mundo que a veces no siente,
y solidaria en un tiempo que corre sin mirar atrás.
No quiero convencerte ni pedirte nada,
no vengo a vender verdades ni a poner etiquetas,
sólo busco tocar otras almas —
como una brisa leve,
el suave olor de la tierra mojada,
como la calma que llega
cuando alguien simplemente está.
Porque estar, a veces,
es el mayor acto de amor.
Y si mis letras te alcanzan,
si alguna palabra despierta tu recuerdo,
tu fe, tu ternura dormida,
entonces habré cumplido mi misión sagrada:
ser alma que escribe,
alma que siente,
alma que acompaña
sin pedir nada a cambio.
Y en ese no ser ni buscar nada,
te encontré a ti,
Un regalo del universo