Hay almas raras, exóticas, singulares,
flores del alba,
que brillan en un mundo de sombras y pilares.
Como una flor de aroma intenso y seductor,
su fragancia embriaga, su canto es fervor.
Si lees sus pétalos, hallas un secreto,
un elixir de palabras, un amor discreto.
certero y profundo.
Pero al cortarla, matas su raíz,
su esencia se apaga, su vida feliz se va.
Déjala ser, con su tallo y ramas,
donde anidan sueños, donde arden llamas.
Su fragancia basta, no la apreses en tus manos,
deja que florezca entre cielos lejanos.
Que no guardarás su aroma sino sólo su dolor.
Aunque a veces parecemos tan distantes,
como caminos que jamás son constantes,
en el fondo, todos somos uno,
somos un río con aguas compartidas,
la misma esencia en mil formas dividida.
Somos luz y sombras, día y noche danzando,
dos fuerzas eternas, siempre abrazando.
A veces amalgamando, otras separando.
Como el alba y el ocaso en su armonía,
se rozan, se funden, crean poesía.
Así es la flor que en su corazón habita,
déjala ser, libre y bendita.
No la cortes, no la apartes de su suelo,
que su raíz es su alma, su vuelo eterno.
Muere la flor, sangra su raíz