No celebro Halloween.
Halloween, no conmemoro.
No, no y no y de nuevo, no.
Disfraces no hay, ni máscaras
ni luces naranjas o moradas,
ni sustos bajo la sombra.
Prefiero la calma de octubre,
el verde de las hojas bajo mis pies,
la luz suave que se despide
en un silencio apacible,
sin fantasmas que la inquieten.
Halloween pasa de largo;
no hace ruido en mi puerta,
ni invita en mi mesa.
Lo dejo a los sueños de otros,
mientras sigo el rumbo
de mis propios pasos.
Ni dulces, ni truco, ni golpes en la puerta.
No golpees, porque nadie abrirá.
Estoy ocupado en mi calma interior,
rodeado de perros que lamen mis manos,
invitándome a juegos, a paseos.
Mientras afuera las luces parpadean,
y las sombras danzan en las ventanas,
yo aquí, en mi paz, sin disfraz ni máscara,
sin ecos de gritos o pasos.
Solo mi silencio, mi risa sin ruido,
y el fiel saludo de un amigo peludo.