La Belleza de la Esencia: El Amor

Existe una belleza que no cabe en un marco,
no se viste de poses ni se congela en una foto.
Habita en el pensamiento,
en los recovecos del alma,
en cada gesto sincero que nace del corazón.

Es una llama silenciosa,
que no hace ruido, pero lo incendia todo.
Una plenitud que no se cuenta,
solo se vive.
Porque sin amor, la vida es
una marcha sin rumbo,
una melodía sin notas,
un día tras otro sin amanecer.

El amor es lo que da sentido al viento,
a las hojas que bailan sin saber por qué,
las sonrisas que recogemos en la vereda del vivir,
cada mirada que abriga,
a cada silencio compartido.

Es el pulso secreto del universo,
la danza infinita de los planetas,
el susurro de las estrellas cuando nadie las mira.
El amor es todo lo que se mueve…
y lo que nos mueve.

belleza

No soy poeta ni me llamo escritor

No soy poeta ni me llamo escritor,
tan solo soy un alma que abraza las letras
y deja que el corazón se derrame en cada palabra,
como el rocío en la flor de la madrugada.

Quizás naturópata, de raíz y nacimiento,
con los pies descalzos sobre la tierra viva,
con la mirada puesta en los astros,
y el oído atento al susurro del viento que sana.
Con sueños de poeta y amor de poesía.

Amo la psicología de los suspiros,
la filosofía de un gesto,
los caminos invisibles del alma,
aquellos que se caminan en silencio
y se entienden sin palabras.

Soy, al final, solo una persona común,
de esas que ríen, tropiezan, dudan,
pero que lleva en el pecho lo extraordinario:
ser sensible en un mundo que a veces no siente,
y solidaria en un tiempo que corre sin mirar atrás.

No quiero convencerte ni pedirte nada,
no vengo a vender verdades ni a poner etiquetas,
sólo busco tocar otras almas —
como una brisa leve,
el suave olor de la tierra mojada,
como la calma que llega
cuando alguien simplemente está.

Porque estar, a veces,
es el mayor acto de amor.

Y si mis letras te alcanzan,
si alguna palabra despierta tu recuerdo,
tu fe, tu ternura dormida,
entonces habré cumplido mi misión sagrada:
ser alma que escribe,
alma que siente,
alma que acompaña
sin pedir nada a cambio.

Y en ese no ser ni buscar nada,
te encontré a ti,
Un regalo del universo

poeta

Regalo del corazón

La vida es  un regalo

A veces las palabras llegan como un abrazo. No se anuncian, no se esperan, simplemente aparecen… y cuando lo hacen, tocan profundo.

Así ha sido el regalo de Nora, una lectora que no solo se detuvo a leer, sino que también se tomó el tiempo de sentir, agradecer y dejar en estas líneas una joya poética que honra este espacio, el alma de este blog, y el lazo sutil que nos une sin vernos. (entrada original: SINCRONICIDAD, CUANDO EL UNIVERSO SUSURRA)

Desde España, Nora nos dejó esta maravilla de texto que no puedo más que compartir con gratitud y emoción (comentario de Nora). Porque este blog no vive de suscripciones, ni de cifras, vive de esto: del vínculo invisible entre quien escribe con el alma y quien lee con el corazón.

Gracias, Nora, por tu sensibilidad, por el gesto desinteresado y por recordarnos que las sincronicidades existen… y cuando llegan, iluminan.

Aquí tu poesía, eterna desde hoy en estas páginas.🙏👇

Conocerte fue sincronicidad
Sentir que me llamas
cuando yo te llamo,
o pensar en ti cuando el crepúsculo
se lleva tu sombra.

Sin tocarte te he amado,
sin conocer tu día
nos despertamos juntos
en habitaciones distantes.

Sincronicidad se llama mi alma
encontrarte para abrir los ojos,
así, se conoce mi camino.

Me alejé para tenerte
y cuando me acerqué
ya me tenías en tus brazos.

Pensé que te habías marchado
y cuando me dormí
subías a mi cama a soñar conmigo.

Soñé contigo
cuando no dormías,
soñamos juntos cuando
la distancia se volvió pesadilla.

Así se conocen los sueños,
solo cuando nuestros cuerpos
sean pura imagen de la mente.

Así empiezan a hablar los ojos,
me llamas así sin llamarme
te encuentro así sin buscarte.

 

regalo

Luchadora de Mil Vidas

Luchadora y valiente.

Vas por la vida, tejedora de historias,
haciendo y deshaciendo con manos de fuego.
Eres una luchadora como los antiguos,
peleando por tu alma, por tu anhelo sincero.

Has cruzado batallas que el tiempo no olvida,
en campos de sombras y en cielos abiertos;
por la vida, la fe, un amor, un misterio,
por ideales que laten dentro del pecho.

Quizás fuiste Artemisa en sus sueños de gloria,
o Bodica, asediando Roma y tu propio destino.
Quizás Zenobia, la reina de Palmira,
o Jeanne Hachette, sin más camino.

Hoy el combate no lleva armaduras,
ni espadas ni estandartes ondeando al sol;
hoy se libra en silencios, en lágrimas puras,
en seguir sin certezas, en dar sin razón.

Guerrera del alma, del tiempo y del viento,
heredera de siglos grabados en piel;
luchadora que cae, se alza y camina,
aunque no sepa si el sueño será de ella.

Tu esencia no muere, no cambia ni flaquea,
es llama que danza en cada amanecer;
y aunque el mundo te hiera o el miedo te apriete,
sigues dejando tu marca, volviendo a creer.

Eres semilla en campos de dudas,
luz encendida en noches sin fin;
luchadora eterna de causas perdidas,
que a fuerza de amor… siempre vuelve a vivir.

luchadora

Los Ecos del Pecado

No ser uno mismo,
el peor pecado.

La envidia entró sin ser vista,
como sombra que acaricia el alma por la espalda.
Miró la vida del otro, su risa, su luz,
y en su pecho creció el invierno,
hasta que no quedó más que hielo frente al espejo.
La envidia… era lo único que quedaba.

La pereza abrazó la cama con ternura de amante,
y el sol, impaciente, se deshacía en la ventana.
“Mañana”, dijo, sin convicción.
Pero el mañana no llegó nunca,
y el hoy se le escurrió como agua entre las sábanas.

La soberbia se peinó frente al espejo,
se vistió de sí misma y salió al mundo creyéndose dios.
Nadie la miró.
Solo un murmullo la acompañó:
«Uno más, creyendo ser único.»
Al caer la noche, solo su voz le hizo compañía.

La avaricia caminó entre montañas de oro,
con las manos llenas y el alma hueca.
Acumuló sueños que no eran suyos
y joyas sin brillo en los ojos.
Le faltó lo único que no se puede comprar:
la paz que se duerme en el pecho.

La ira estalló como trueno entre ruinas,
desgarró el aire con su grito mudo,
pero nadie escuchó su fuego.
Ni siquiera él.
Solo el eco quedó,
temblando entre las cenizas de lo perdido.

La gula vació platos y alacenas,
llenó su cuerpo con ausencias disfrazadas de banquetes.
Y al final, con la boca seca,
descubrió que lo que faltaba no se podía tragar.
El hambre más profunda era del alma.

La lujuria danzó con pasos prohibidos
bajo luces que no conocían el descanso.
En la penumbra, un roce, un beso, un incendio.
Pero el amanecer, cruel y sincero,
barrió las rosas del deseo con su aliento frío.
Y en la memoria quedó
el sabor amargo de lo que nunca fue amor.

Así pasan los días,
pecado tras pecado, como páginas quemadas de un libro sagrado.
Y al final, en la última línea,
un suspiro:
“Fui todo… menos yo mismo.”

pecado

El Amor que No Conoce Distancias

El amor ¿es enemigo de la distancia?

No lo sé…

Solamente que…

El mejor sabor es el de tus labios,
el mejor refugio, tus brazos abiertos.
La sonrisa más bella es la que me regalas,
y la mejor compañía… siempre eres tú.

Los peores momentos son los que nos separan,
cuando la ausencia se vuelve un eco vacío,
cuando la piel extraña el roce del alma
y los relojes parecen latir más despacio.

Pero cuando regresas, mi amor,
cuando tu voz cruza el silencio,
cuando tu risa despeina mi tristeza,
entonces respiro… entonces vivo.

Repasemos juntos:
El vino, sin prisa,
los besos, con calma,
el deseo, sin pausa,
y la vida… sin miedo.

Porque cuando el amor es verdadero,
el tiempo se vuelve irrelevante,
las distancias son apenas susurros
y el cuerpo es solo un puente hacia el alma.

Más fuertes son las ganas de amarnos,
de sostener este amor como un faro en la tormenta,
de sentirte en cada palabra que pronuncio,
en cada gesto que guardo en la piel.

Tu mente me recorre despacio a la distancia,
me nombra en silencios que saben a promesas,
y sonrío sin motivos,
porque en cada latido llevas mi nombre.

De todos los amores posibles,
no hay uno más fuerte que aquel
que construye su nido en el alma
antes de haber siquiera desvestido la piel.

Porque el amor, cuando es verdadero,
no se mide en besos robados
ni en noches compartidas,
sino en la certeza de que, sin importar el tiempo,
sin importar la distancia,
sin importar los días de espera…
nos elegimos una y otra vez.

amor

El Arte de Mirar

Ver no es mirar…

Ahora escucho a mis hijas decir: “Estoy aburrida”,
y entonces, como un eco en la brisa, recuerdo…

Un día, cuando apenas contaba cinco o seis años,
le dije a mi padre que no sabía qué hacer,
que el tedio me envolvía en su sombra estéril.

Él no respondió con palabras vacías,
en cambio, tomó mi mano con la ternura del tiempo
y me llevó al patio de casa.

—Mira bien —me dijo—,
pregúntate si lo que ves hoy
es idéntico a lo que viste ayer.

Sus ojos esperaban mi respuesta,
pero antes de que el viento la llevara,
él ya había dejado su lección sembrada en mi alma:
si aprendes a mirar, jamás volverás a aburrirte.

Y en ese instante, como si un velo invisible cayera,
el mundo se desplegó ante mí con un fulgor desconocido.
Los días dejaron de ser repetidos,
la naturaleza comenzó a susurrarme sus secretos,
y la palabra «aburrimiento» se volvió ajena,
como un idioma que ya no sabía hablar.

Crecí escuchando esas voces,
las que resuenan en los corazones que aprendieron a mirar.
Voces que se afinaron en un mundo sin pantallas,
sin redes, sin urgencias digitales.
Un mundo donde el tiempo aún sabía danzar
al ritmo pausado de las estaciones.

Y ahora, cuando el silencio me envuelve,
cuando mis hijas ya adultas buscan en la rutina un milagro,
cierro los ojos y sonrío.

Porque, simplemente… recuerdo.

mirar

El Camino de Ana

-Todos fuimos alguna vez Marcos y Ana-

En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía una joven llamada Ana. Ana tenía un corazón lleno de sueños y una mirada que reflejaba la esperanza. Su vida estaba tejida con los hilos del amor y las decepciones, pero siempre mantenía una fe inquebrantable en que, al final, todo se arreglaría.

Ana conoció a Marcos en una fiesta de verano. Él era encantador y lleno de promesas y por un tiempo, su relación floreció como las flores de primavera. Sin embargo, a medida que los días se sucedían, Ana comenzó a darse cuenta de que Marcos estaba en su vida de paso. Un día, sin previo aviso, él se fue, dejando tras de sí un vacío y muchas preguntas sin respuesta.

El dolor…

de la partida de Marcos fue profundo, pero Ana sabía que debía seguir adelante. En su camino, conoció a varias personas, algunas que no le convenían y otras que la hicieron llorar. Cada encuentro, cada lágrima, era una lección, una prueba de su resiliencia y capacidad de aprender. Ana se dio cuenta de que quienes la decepcionaban no eran más que capítulos cerrados en el libro de su vida.

Con el tiempo, Ana aprendió a escuchar su corazón y a observar los hechos con detenimiento. Se dio cuenta de que las personas que realmente merecían la pena eran aquellas que permanecían a su lado en los momentos difíciles, aquellos que no sólo la hacían sonreír, sino también crecer.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Ana conoció a Daniel. Al principio, no hubo fuegos artificiales ni promesas grandiosas, solo una conexión sincera y un entendimiento mutuo. Daniel no sólo la hizo reír, sino que también la apoyó en sus sueños y la acompañó en sus miedos. A través de los días y las noches compartidas, Ana comprendió que Daniel era diferente.

Las decepciones del pasado parecían desvanecerse con cada gesto de amor y comprensión que Daniel le ofrecía. Ana se dio cuenta de que, a pesar de las mil decepciones, las dos mil alegrías que Daniel le daba valían mucho más.

Moraleja

En la vida, encontrarás muchas personas que pasarán por tu camino, algunas solo estarán de paso y otras no te convendrán. Habrá quienes te hagan llorar y te decepcionen, pero cada experiencia es una lección. Al final, quienes realmente merecen estar en tu vida son aquellos que te acompañan y te hacen crecer. Observa los hechos y escucha tu corazón, porque ellos te dirán quién realmente vale la pena.

Ana

El Reflejo del Amor

Reflejos de un reflejo.
La vida es un espejo de cristal dorado,
refleja lo que eres, lo que has sembrado.
Si en sus aguas quieres ver un cambio,
primero en tu alma haz el milagro.

Lo pasado ha huido, es viento errante,
lo que esperas es un sueño distante,
pero el presente brilla en tus manos,
susurra en el aire, late en tus pasos.

Ámate, sin miedo, sin prisa, sin dudas,
que en tu imagen florezcan ternuras.
Solo quien se abraza con luz infinita
puede compartir la magia bendita.

Porque el amor, cuando es verdadero,
no se busca afuera, vive en tu pecho.
Y al compartirlo, como un destello,
se expande al mundo, se vuelve eterno.

reflejo

A veces

A veces nos perdemos entre los recuerdos y las expectativas. Pensando demasiado en lo que pasó y en lo que vendrá. Cuando lo único que realmente importa es lo que está ocurriendo ahora. La vida sucede en este instante, y mientras nuestra mente divaga entre el ayer y el mañana, dejamos escapar lo único que realmente tenemos: el presente.

Buscamos la felicidad afuera, en lugares, en personas, en momentos que creemos que nos completarán. Pero la verdad es que la felicidad nunca ha estado ahí fuera, siempre ha estado dentro. No se trata de encontrarla, sino de compartirla, de hacerla fluir a través de nosotros.

La vida está llena de misterios, de secretos que jamás se cuentan, de personas que nunca se olvidan. Historias que guardamos en lo más profundo y palabras que, por miedo o por amor, jamás diremos a nadie. Y con el tiempo, aprendemos que extrañar no es un vacío, sino la prueba de que alguien nos llenó tanto que su ausencia no es suficiente para borrar su presencia dentro de nosotros.

Porque al final, todo lo que realmente importa no es lo que se fue ni lo que vendrá, sino lo que nos habita, lo que compartimos y lo que, de una u otra manera, nunca nos abandona.

A veces… sólo a veces.

a veces