Lazos de Amor

Hay alguien especial para cada uno de nosotros, son los lazos de amor.

A menudo,

nos están destinados dos, tres y hasta cuatro seres. Pertenecen a distintas generaciones y viajan a través de los mares del tiempo y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros.

Proceden

del otro lado del cielo. Su aspecto diferente, pero nuestro corazón los reconoce, porque los ha amado en los desiertos iluminados por la luna y en las antiguas llanuras. Con ellos hemos cabalgado en remotos ejércitos y convivido en las arenas del tiempo. Estamos unidos por los vínculos de la eternidad.

Es posible

que nuestra mente diga: “Yo no te conozco”. Pero el corazón sí le conoce. Nos toman de la mano por primera vez y el recuerdo de ese contacto trasciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser.

Nos miran

a los ojos y vemos a una alma compañera a través de los siglos. El corazón late, la piel de gallina. En ese momento todo lo demás pierde importancia.

Puede

que no nos reconozcan a pesar de que finalmente nos hayamos encontrado otra vez, aunque nosotros sí sepamos quiénes son. Sentimos el vínculo que nos une.

En cambio,

él o ella no. Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón y no nos permite que se lo retiremos. Tal es la fragilidad del destino.

La pasión

que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier erupción volcánica y se libera una tremenda energía. Nos invade de repente un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, a un nivel que rebasa los límites de la conciencia, con una profundidad que normalmente está reservada para los miembros más íntimos de la familia o incluso más profundamente.

Gracias

a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a esas almas. El contacto que nos despierta tal vez sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo. O puede tratarse de nuestro ser amado que, a través de los siglos; llega a nosotros y nos besa de nuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos, hasta la eternidad.

Autor- BRIAN WEISS

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