Un lugar en el mundo,
allí donde guardo mi nido,
mi refugio secreto.
Entre sueños
que se desvanecen en el horizonte,
mientras cometas se enredan
en las estrellas de una tarde de verano,
encuentro mi rincón, mi paz.
La vida se desliza en silencio bajo los árboles,
brincando sobre el arroyo cristalino,
y en cada sonrisa que me regala el día,
la atrapo y la guardo,
justo en el rincón más cálido de mi corazón,
donde el amor también descansa.
A veces llueve poco,
la tierra se vuelve árida,
pero el cielo siempre está despejado,
y el aire que inhalo está lleno de poleos
y hierbas silvestres.
Mis pies dejan su rastro en arenas suaves,
justo donde el viento baila
y la naturaleza hace su reverencia,
mostrando su desnuda belleza.
Viví en la ciudad, en su bullicio incansable,
pero aprendí que marcharse
de donde ya no perteneces
es la manera más fiel de quedarse contigo mismo.
Porque al final, en el corazón,
todos los lugares están cerca;
es el tiempo el que extiende su manto,
separando los sitios donde una vez amaste
y donde aún late la vida.