Ladrones de Ingenio

Rodeados de ladrones de ingenio, así vivimos.
Animarse a crear, a ser uno mismo, es un acto de valentía
en un mundo donde la originalidad parece a veces escasa.
Estamos rodeados de ladrones de letras, de poesía, de fotografías,
que se apropian de lo ajeno para llenar sus vacíos creativos.
Es una realidad triste, sí, porque el verdadero arte nace
de la autenticidad, de la capacidad de expresar
lo que nadie más puede.

Pero hay algo que esos ladrones nunca podrán robar:
el ingenio y la creatividad. Pueden llevarse las obras,
las creaciones tangibles,
pero la chispa que enciende el alma del creador es inalienable.
Esa chispa es un fuego eterno que resurge con cada nueva idea,
con cada verso que brota del corazón,
con cada imagen capturada a través de una lente
que ve el mundo de manera única.

Ser uno mismo es un viaje continuo,
una exploración sin fin de lo que somos capaces
de imaginar y realizar.
No hay mayor satisfacción que saber
que lo que hemos creado es auténtico,
que lleva impresa nuestra esencia y que, aunque el mundo lo copie,
nunca podrán replicar la verdad que llevamos dentro.

Crear es un acto de resistencia, de afirmación del ser,
un recordatorio de que lo genuino no puede ser suplantado.
El verdadero valor está en la capacidad de inventar,
de soñar, de plasmar en cada obra un fragmento de nuestra alma,
algo que ningún ladrón puede tocar.

 

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