Te cambio amor por pasión

Te cambio amor por pasión,
tú me das un beso,
y yo te entrego el corazón,
sin prisas, sin guión,
como dos cuerpos que se leen
más allá del libro del pudor.

No solo se trata de entrar en ti,
ni de habitarte,
ni de cumplir un rol marcado
por siglos de cadenas invisibles.
Se trata de sentir,
de explorar sin mapa
los universos del otro,
como si cada milímetro de piel
fuera un verso por escribir.

En un mundo que aún arrastra
el eco de antiguas voces
donde el varón dictaba el deseo,
nos atrevemos
a bailar otra canción,
sin centro ni corona,
donde el gozo se reparte
como el sol sobre los campos,
sin preguntar a quién calienta más.

Tu cuerpo no es un destino,
es un viaje.
Tus labios no son un permiso,
son poesía.
Tus suspiros no son un premio,
son el lenguaje con que me hablas
cuando las palabras se quedan cortas
y el alma decide cantar.

El placer, amor,
no se reduce al envite,
ni a la embestida ni al ritual de siempre.
El placer está en mirarte
como quien contempla un cuadro
que jamás termina de entender.
En oler tu cuello
y descubrirte en aromas,
en rozarte sin querer y provocar
un incendio donde antes había calma.

El deseo no manda,
invita.
Y tú y yo,
como dos alquimistas del amor,
probamos con caricias,
besos que saben a fruta,
susurros que erizan la piel,
lenguas que bailan sin culpa,
y cuerpos que se buscan
como si fueran la única verdad
que este mundo no ha querido mirar.

Hay en ti
mil formas de entregarte,
y en mí
el deseo inmenso de conocerte
más allá de lo aprendido.
Porque si el sexo es compartir,
yo quiero darte risa,
ternura,
lujuria sin cadenas,
y una eternidad escondida
en un solo roce de dedos.

Hazte el amor primero a ti misma,
descúbrete valórate
como quien enciende una estrella.
Y luego ven,
con todas tus certezas y tus dudas,
que yo vendré también,
sin máscara,
sin peso,
a descubrir qué es eso
de hacer el amor con el alma,
y no solo con el cuerpo.

Porque fundirnos puede ser cielo,
y el cielo, amor,
no siempre necesita puertas.
A veces basta con abrir los poros,
desatar los miedos,
y dejar que dos almas se abracen
tan profundo
que el universo contenga la respiración
solo por vernos amar.

amor

La Belleza de la Esencia: El Amor

Existe una belleza que no cabe en un marco,
no se viste de poses ni se congela en una foto.
Habita en el pensamiento,
en los recovecos del alma,
en cada gesto sincero que nace del corazón.

Es una llama silenciosa,
que no hace ruido, pero lo incendia todo.
Una plenitud que no se cuenta,
solo se vive.
Porque sin amor, la vida es
una marcha sin rumbo,
una melodía sin notas,
un día tras otro sin amanecer.

El amor es lo que da sentido al viento,
a las hojas que bailan sin saber por qué,
las sonrisas que recogemos en la vereda del vivir,
cada mirada que abriga,
a cada silencio compartido.

Es el pulso secreto del universo,
la danza infinita de los planetas,
el susurro de las estrellas cuando nadie las mira.
El amor es todo lo que se mueve…
y lo que nos mueve.

belleza

No soy poeta ni me llamo escritor

No soy poeta ni me llamo escritor,
tan solo soy un alma que abraza las letras
y deja que el corazón se derrame en cada palabra,
como el rocío en la flor de la madrugada.

Quizás naturópata, de raíz y nacimiento,
con los pies descalzos sobre la tierra viva,
con la mirada puesta en los astros,
y el oído atento al susurro del viento que sana.
Con sueños de poeta y amor de poesía.

Amo la psicología de los suspiros,
la filosofía de un gesto,
los caminos invisibles del alma,
aquellos que se caminan en silencio
y se entienden sin palabras.

Soy, al final, solo una persona común,
de esas que ríen, tropiezan, dudan,
pero que lleva en el pecho lo extraordinario:
ser sensible en un mundo que a veces no siente,
y solidaria en un tiempo que corre sin mirar atrás.

No quiero convencerte ni pedirte nada,
no vengo a vender verdades ni a poner etiquetas,
sólo busco tocar otras almas —
como una brisa leve,
el suave olor de la tierra mojada,
como la calma que llega
cuando alguien simplemente está.

Porque estar, a veces,
es el mayor acto de amor.

Y si mis letras te alcanzan,
si alguna palabra despierta tu recuerdo,
tu fe, tu ternura dormida,
entonces habré cumplido mi misión sagrada:
ser alma que escribe,
alma que siente,
alma que acompaña
sin pedir nada a cambio.

Y en ese no ser ni buscar nada,
te encontré a ti,
Un regalo del universo

poeta

Regalo del corazón

La vida es  un regalo

A veces las palabras llegan como un abrazo. No se anuncian, no se esperan, simplemente aparecen… y cuando lo hacen, tocan profundo.

Así ha sido el regalo de Nora, una lectora que no solo se detuvo a leer, sino que también se tomó el tiempo de sentir, agradecer y dejar en estas líneas una joya poética que honra este espacio, el alma de este blog, y el lazo sutil que nos une sin vernos. (entrada original: SINCRONICIDAD, CUANDO EL UNIVERSO SUSURRA)

Desde España, Nora nos dejó esta maravilla de texto que no puedo más que compartir con gratitud y emoción (comentario de Nora). Porque este blog no vive de suscripciones, ni de cifras, vive de esto: del vínculo invisible entre quien escribe con el alma y quien lee con el corazón.

Gracias, Nora, por tu sensibilidad, por el gesto desinteresado y por recordarnos que las sincronicidades existen… y cuando llegan, iluminan.

Aquí tu poesía, eterna desde hoy en estas páginas.🙏👇

Conocerte fue sincronicidad
Sentir que me llamas
cuando yo te llamo,
o pensar en ti cuando el crepúsculo
se lleva tu sombra.

Sin tocarte te he amado,
sin conocer tu día
nos despertamos juntos
en habitaciones distantes.

Sincronicidad se llama mi alma
encontrarte para abrir los ojos,
así, se conoce mi camino.

Me alejé para tenerte
y cuando me acerqué
ya me tenías en tus brazos.

Pensé que te habías marchado
y cuando me dormí
subías a mi cama a soñar conmigo.

Soñé contigo
cuando no dormías,
soñamos juntos cuando
la distancia se volvió pesadilla.

Así se conocen los sueños,
solo cuando nuestros cuerpos
sean pura imagen de la mente.

Así empiezan a hablar los ojos,
me llamas así sin llamarme
te encuentro así sin buscarte.

 

regalo

Luchadora de Mil Vidas

Luchadora y valiente.

Vas por la vida, tejedora de historias,
haciendo y deshaciendo con manos de fuego.
Eres una luchadora como los antiguos,
peleando por tu alma, por tu anhelo sincero.

Has cruzado batallas que el tiempo no olvida,
en campos de sombras y en cielos abiertos;
por la vida, la fe, un amor, un misterio,
por ideales que laten dentro del pecho.

Quizás fuiste Artemisa en sus sueños de gloria,
o Bodica, asediando Roma y tu propio destino.
Quizás Zenobia, la reina de Palmira,
o Jeanne Hachette, sin más camino.

Hoy el combate no lleva armaduras,
ni espadas ni estandartes ondeando al sol;
hoy se libra en silencios, en lágrimas puras,
en seguir sin certezas, en dar sin razón.

Guerrera del alma, del tiempo y del viento,
heredera de siglos grabados en piel;
luchadora que cae, se alza y camina,
aunque no sepa si el sueño será de ella.

Tu esencia no muere, no cambia ni flaquea,
es llama que danza en cada amanecer;
y aunque el mundo te hiera o el miedo te apriete,
sigues dejando tu marca, volviendo a creer.

Eres semilla en campos de dudas,
luz encendida en noches sin fin;
luchadora eterna de causas perdidas,
que a fuerza de amor… siempre vuelve a vivir.

luchadora

El Amor que No Conoce Distancias

El amor ¿es enemigo de la distancia?

No lo sé…

Solamente que…

El mejor sabor es el de tus labios,
el mejor refugio, tus brazos abiertos.
La sonrisa más bella es la que me regalas,
y la mejor compañía… siempre eres tú.

Los peores momentos son los que nos separan,
cuando la ausencia se vuelve un eco vacío,
cuando la piel extraña el roce del alma
y los relojes parecen latir más despacio.

Pero cuando regresas, mi amor,
cuando tu voz cruza el silencio,
cuando tu risa despeina mi tristeza,
entonces respiro… entonces vivo.

Repasemos juntos:
El vino, sin prisa,
los besos, con calma,
el deseo, sin pausa,
y la vida… sin miedo.

Porque cuando el amor es verdadero,
el tiempo se vuelve irrelevante,
las distancias son apenas susurros
y el cuerpo es solo un puente hacia el alma.

Más fuertes son las ganas de amarnos,
de sostener este amor como un faro en la tormenta,
de sentirte en cada palabra que pronuncio,
en cada gesto que guardo en la piel.

Tu mente me recorre despacio a la distancia,
me nombra en silencios que saben a promesas,
y sonrío sin motivos,
porque en cada latido llevas mi nombre.

De todos los amores posibles,
no hay uno más fuerte que aquel
que construye su nido en el alma
antes de haber siquiera desvestido la piel.

Porque el amor, cuando es verdadero,
no se mide en besos robados
ni en noches compartidas,
sino en la certeza de que, sin importar el tiempo,
sin importar la distancia,
sin importar los días de espera…
nos elegimos una y otra vez.

amor

El Arte de Mirar

Ver no es mirar…

Ahora escucho a mis hijas decir: “Estoy aburrida”,
y entonces, como un eco en la brisa, recuerdo…

Un día, cuando apenas contaba cinco o seis años,
le dije a mi padre que no sabía qué hacer,
que el tedio me envolvía en su sombra estéril.

Él no respondió con palabras vacías,
en cambio, tomó mi mano con la ternura del tiempo
y me llevó al patio de casa.

—Mira bien —me dijo—,
pregúntate si lo que ves hoy
es idéntico a lo que viste ayer.

Sus ojos esperaban mi respuesta,
pero antes de que el viento la llevara,
él ya había dejado su lección sembrada en mi alma:
si aprendes a mirar, jamás volverás a aburrirte.

Y en ese instante, como si un velo invisible cayera,
el mundo se desplegó ante mí con un fulgor desconocido.
Los días dejaron de ser repetidos,
la naturaleza comenzó a susurrarme sus secretos,
y la palabra «aburrimiento» se volvió ajena,
como un idioma que ya no sabía hablar.

Crecí escuchando esas voces,
las que resuenan en los corazones que aprendieron a mirar.
Voces que se afinaron en un mundo sin pantallas,
sin redes, sin urgencias digitales.
Un mundo donde el tiempo aún sabía danzar
al ritmo pausado de las estaciones.

Y ahora, cuando el silencio me envuelve,
cuando mis hijas ya adultas buscan en la rutina un milagro,
cierro los ojos y sonrío.

Porque, simplemente… recuerdo.

mirar

El Reflejo del Amor

Reflejos de un reflejo.
La vida es un espejo de cristal dorado,
refleja lo que eres, lo que has sembrado.
Si en sus aguas quieres ver un cambio,
primero en tu alma haz el milagro.

Lo pasado ha huido, es viento errante,
lo que esperas es un sueño distante,
pero el presente brilla en tus manos,
susurra en el aire, late en tus pasos.

Ámate, sin miedo, sin prisa, sin dudas,
que en tu imagen florezcan ternuras.
Solo quien se abraza con luz infinita
puede compartir la magia bendita.

Porque el amor, cuando es verdadero,
no se busca afuera, vive en tu pecho.
Y al compartirlo, como un destello,
se expande al mundo, se vuelve eterno.

reflejo

A veces

A veces nos perdemos entre los recuerdos y las expectativas. Pensando demasiado en lo que pasó y en lo que vendrá. Cuando lo único que realmente importa es lo que está ocurriendo ahora. La vida sucede en este instante, y mientras nuestra mente divaga entre el ayer y el mañana, dejamos escapar lo único que realmente tenemos: el presente.

Buscamos la felicidad afuera, en lugares, en personas, en momentos que creemos que nos completarán. Pero la verdad es que la felicidad nunca ha estado ahí fuera, siempre ha estado dentro. No se trata de encontrarla, sino de compartirla, de hacerla fluir a través de nosotros.

La vida está llena de misterios, de secretos que jamás se cuentan, de personas que nunca se olvidan. Historias que guardamos en lo más profundo y palabras que, por miedo o por amor, jamás diremos a nadie. Y con el tiempo, aprendemos que extrañar no es un vacío, sino la prueba de que alguien nos llenó tanto que su ausencia no es suficiente para borrar su presencia dentro de nosotros.

Porque al final, todo lo que realmente importa no es lo que se fue ni lo que vendrá, sino lo que nos habita, lo que compartimos y lo que, de una u otra manera, nunca nos abandona.

A veces… sólo a veces.

a veces

Postales

Postales del alma.

Del pasado que se vuelven futuro…

Era pequeña mi talla, curiosa mi mente.
Y en los amplios jardines mi niñez jugaba.
Sabia del duende, de los sueños, de la luna.
Del amor de la vida y la ternura de Dios.
Aroma a misterio los días tenían.
Y en todas las esquinas, el amor habitaba.
Tenia ilusiones en un hombre maduro.
Con puertas abiertas, senderos y triunfos.
Los días de ahora en silencio me muestran.
A otro sereno, complaciente y discreto.
Sin lágrimas que llorar, sin miedos por temer.
Viviendo memorias, promesas de sal.
Semanas y meses, monotonía me brindan.
Y mi pobre estirpe angustiada tirita.
Palpita allá lejos la inocencia del niño.
Y en vacía agonía se muere mi Dios.
Controlada y taciturna mi vida se escapa.
El amor y la fe poco a poco se alejan…
Y a ritmo lento e irrevocable.
Marcho sereno a la niñez de mi vejez.

postales