Rayo de amor

Asoma un rayo de amor en la montaña,
y me pregunto si las estrellas sabrán
que las contemplamos con anhelo,
que en sus luces buscamos
reflejos de nuestro ser perdido.

¿Recordará la tierra los nombres
de quienes acoge con suavidad?
Tal vez susurre historias de amor
en cada amanecer,
como el eco de lo que fue y lo que será.

No lo sé, pero sé que cada rayo de sol
que acaricia mi piel lleva tu nombre,
aunque nunca lo haya pronunciado en voz alta.

A veces la luna se viste de rocío,
otras, las nubes se tornan negras,
con promesas de tormenta.
Hay senderos ocultos,
perdidos en la inmensidad,
que debemos recorrer en soledad,
y encuentros inesperados
que traen nuevos destinos.

Un rayo de sol me toca,
y en ese instante pienso en tu esencia brillante,
la repito en silencio,
mientras el viento lleva tu nombre a través de los campos.
Hay caminos que debemos recorrer solos,
tramos donde el alma se desnuda,
tirita, pero crece con cada paso.

Y en esa travesía, aunque distantes,
nuestras almas danzan bajo las estrellas,
en un mismo universo de amor eterno,
esperando pacientemente el momento de encontrarnos,
como dos constelaciones destinadas a cruzarse.

Dicen que la poesía encierra
los sentimientos más hermosos,
y en cada mañana,
tú eres el sueño del que jamás quiero despertar.

Al fin y al cabo, somos solo dos almas,
danzando en un mismo universo,
compartiendo un amor eterno,
como las estrellas y la tierra,
aunque a veces distantes,
siempre sabiendo que,
de alguna forma,
nos encontraremos.

Rayo de amor