Con el Sol

Hay un genio en el universo, que enciende el sol cada mañana, y la vida, incansable, nos invita a nacer de nuevo. Abre la ventana de tus sueños, déjalos volar alto, como pájaros de risas, porque es tiempo de renacer, de escribir una página fresca, nueva, en el libro de tu vida. Siembra amor en cada paso, cosecha flores de ilusión, y cada día será una oportunidad, un compás de luz, un arco iris de terciopelo guiándote hacia lo eterno. El tiempo es lento para quien lo espera, rápido para quien lo teme, largo para el que sufre, y corto para quien lo goza, pero para quienes se aman, es eterno, E.T.E.R.N.O, un regalo infinito del universo, llamado vida. sol

Luna y Sol

Luna y sol, viajeros del mismo cielo, caminando en mundos que nunca se tocan, desandando los días, llevando en sus pasos el eco de un nombre, el susurro de besos imposibles. Tú tienes tu vida, yo la mía, y sin embargo, en ese espacio incierto, el silencio nos sorprende, voz muda que flota en el aire, como diciendo sin palabras un tímido "te quiero", asustado, como si guardara un secreto que sólo las estrellas pueden comprender. Somos el Sol y la Luna, pisando el mismo cielo, sabiendo que todo tiene su tiempo, que las cosas pasan cuando deben pasar. Nuestras miradas se buscan en la distancia, cómplices, casi culpables. Sin prisas, sin urgencias, como desafiando al tiempo. Con la certeza de dos rebeldes en el momento perfecto. Tú en un mundo, Yo en otro. luna y sol  

Al caer el sol

Cada tarde, al caer el sol, un hombre se sentaba en un banco antiguo de un parque olvidado. Allí, en ese rincón donde el tiempo parecía detenerse, contemplaba lo que alguna vez fue una postal compartida. Las hojas caían con lentitud, como suspiros de un pasado que se negaba a desaparecer y los árboles se inclinaban suavemente, en un abrazo de nostalgia. Solían sentarse juntos, entrelazando sus manos y compartiendo sueños bajo el cielo infinito. Sus risas llenaban el aire y sus miradas hablaban de un amor profundo e inquebrantable. Pero la vida, con su marea implacable, los separó. Ella se fue, llevándose consigo una parte de su alma. El parque, que antes era testigo de su felicidad, ahora era el santuario de su soledad. Cada día, el hombre regresaba a ese banco, esperando un milagro, un retorno imposible. Su esperanza era un faro que brillaba en la oscuridad de su desconsuelo, una llama tenue que nunca se extinguía. Miraba el horizonte, el lugar donde solían imaginar un futuro juntos, ahora solo un recuerdo lejano. Cada puesta de sol era un ritual, una ceremonia de nostalgia y amor inalterable. Cerraba los ojos y, en sus sueños, la veía acercarse. Sentía su presencia, escuchaba su risa y, por un momento, todo volvía a ser como antes. La soledad era su única compañía, pero no estaba dispuesto a dejar ir ese amor perdido. La rutina de la espera se convirtió en su vida, un ciclo eterno de esperanzas y sueños. Aun sabiendo que era improbable su regreso, se aferraba a la creencia que, en algún rincón del universo, sus almas se reencontrarían. Así, día tras día, seguía y seguirá esperando, porque a veces, la esperanza es la única que queda cuando todo lo demás se ha desvanecido. caer el sol  

Como el sol

Algunas personas son como el sol: aunque están a miles de kilómetros, siempre sentimos su luz y su calor; nos iluminan con su calidez humana. Entre amigos que somos, confesando sueños y desilusiones. Debo decir que, en tantos años ya vividos, fueron muchas las cosas que no sucedieron ni siquiera cerca de como esperaba. Terminé haciendo algunas que jamás hubiese imaginado y que mil veces negué en voz alta y en silencio que haría.

Dejé en el camino lo que alguna vez imaginé como eterno. Terminé riendo y abrazado a otras cosas y personas que ni en el rincón más remoto de mi mente hubiese creído posible. Lloré en silencio y a los gritos, con lágrimas secas y lágrimas de sal que parecieron ríos. Quizás lo más triste fue invertir horas de amor y ternura en seres que nunca supieron valorarlo. Por eso el alma grita y reclama su vacío.

Tiempos perdidos, persiguiendo utopías. Y, sin embargo, muchas veces me encontré con tesoros, cosas y personas maravillosas que jamás hubiese imaginado siquiera que existían. Cada noche me acuesto abrazado a mis sueños. Diciendo con fuerza que al despertar me saciaré, zafando del recuerdo triste y envuelto en nuevas odas de alegría, risas e ilusión.

La vida es un tapiz de contrastes, donde las sombras resaltan la luz y las lágrimas preparan el terreno para las sonrisas. En el laberinto de nuestros días, descubrimos que las vueltas inesperadas nos llevan a lugares inimaginables. Así, cada experiencia, cada encuentro, se convierte en un verso más en el poema infinito de nuestra existencia.

Por si acaso: se llama vida y aunque difícil, es increíble y bella. En el espejo del tiempo, vemos reflejados los rostros de quienes amamos. Los momentos de risa y las cicatrices que narran nuestras historias. El sol, aunque distante, siempre está presente, recordándonos que la luz y el calor no conocen fronteras. Así también, las personas que tocan nuestra alma nos acompañan siempre, iluminando nuestro camino con su esencia.

En este viaje, cada amanecer es una nueva oportunidad de reescribir nuestro destino. De transformar lágrimas en perlas de sabiduría y desilusiones en nuevas esperanzas. Y mientras abrazamos nuestros sueños, permitamos que la vida nos sorprenda con su belleza oculta, con sus giros inesperados y sus milagros cotidianos. Porque al final, lo que realmente importa es vivir con el corazón abierto, dispuesto a recibir y a dar amor en todas sus formas.

Así, en la sinfonía de la existencia, danzamos al compás de nuestros latidos, celebrando la magia de ser humanos, de ser capaces de sentir profundamente, de amar y ser amados. En cada risa, en cada abrazo, encontramos la razón para seguir adelante. Creer que, a pesar de todo, la vida es un regalo precioso, lleno de posibilidades y de maravillas por descubrir.

 

como el sol