Tic-tac

Al sonido de fondo del tic-tac del reloj de la vida, se le suma la balada del corazón que habla de un momento que todos alguna vez transitamos, donde el tiempo se detiene y el corazón adelanta o frena los instantes. Todos hemos tenido un instante mirándonos a nosotros mismos, preguntándonos si seguíamos amando o si decíamos basta ya.

La vida, tramposa y astuta, se guardó la respuesta y, sólo después que la descubrimos por nosotros mismos, nos la susurró al oído.

En esos momentos suspendidos, el tic-tac del reloj parece perder su ritmo habitual. Nos encontramos en una encrucijada, donde el amor y la duda se entrelazan en una danza delicada. Miramos dentro de nuestros corazones, buscando respuestas en el eco de nuestras emociones, en el latido acelerado o pausado que marca la balada de nuestras vidas.

La vida, con su ironía y misterio, nos deja explorar, nos deja errar y acertar, para luego revelarnos la verdad oculta con un suave susurro al oído. Esa verdad, descubierta en el silencio de nuestra introspección, a menudo nos sorprende, nos sacude y, a veces, nos libera.

«No me encierres en tu libertad,» parece decir el alma cuando finalmente comprendemos. Porque la libertad verdadera no se trata de escapar, sino de encontrar la plenitud dentro de uno mismo. Es en esos momentos de profunda reflexión, cuando el tiempo se suspende y el corazón se expresa, que realmente entendemos el valor de nuestras decisiones y la esencia de nuestros sentimientos.

Y así, al ritmo del tic-tac del reloj de la vida y la balada del corazón, seguimos nuestro camino. Aprendemos a escuchar el susurro de la vida, a interpretar las pausas y aceleraciones de nuestro corazón y a aceptar que la libertad y el amor son partes de un mismo viaje, un viaje que solo nosotros podemos trazar y comprender.

Nos creyeron locos, pero simplemente era nuestra felicidad que no sabía ver y menos entender

 

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