Tiempo

Vaya que el tiempo me ha transformado.
Siembro sueños en cada quimera para después
recoger sonrisas maduras en cada gota de rocío.

El tiempo, sí, ese artesano invisible,
ha esculpido en mí la capacidad
de encontrar belleza en lo efímero,
de hallar poesía en cada estación.

En los días fríos, cuando la tierra duerme
bajo un manto de hielo, soy el jardinero de las estrellas,
cultivando sueños que florecerán con el primer rayo de sol.

Mis pies descalzos, que sienten el pulso de la tierra,
transforman el hielo en esperanza,
creando senderos de luz donde antes sólo había oscuridad.

En los días cálidos, bajo la sombra protectora de un olmo,
contemplo las nubes como un pastor observa su rebaño.
Cada nube es un suspiro, un pensamiento fugaz
que se desvanece en el cielo,
dejando tras de sí un rastro de nostalgia y serenidad.

Así, el verano se convierte en un lienzo
donde los sueños se pintan con los colores del atardecer.
Y en esa danza cósmica, los astros susurran secretos
y los ruiseñores del aire entonan melodías para mi alma.

Algún planeta errante vocifera que mi carta astral está plagiada:
hay miles de soles escondidos al acecho al filo del horizonte,
mientras por el ascendente sube el humo de un tabaco
que olvidé cuando era adolescente.

Soles y misterios, mapa de un viaje sin fin,
una travesía donde el pasado y el presente se entrelazan
en una sinfonía de recuerdos y promesas.
Vaya enjambre de ruiseñores tiene la luna conmigo;
hoy le dije que, en un descuido,
sin pudor alguno le miré con descaro una teta.

Y ella, con su mirada cómplice,
me dio su espalda menguante en la más profunda oscuridad,
dejando ver su cráter mayor.

Así, la vida se revela como un perpetuo devenir,
una constante metamorfosis
donde cada estación trae consigo una nueva lección,
una nueva oportunidad para redescubrir el mundo
con ojos de asombro y corazón abierto.

Sueña!! Que siempre hay una chispa de luz
esperando ser descubierta.

Tiempo